lunes, 17 de abril de 2017

Todo por unos libros...

El título de este texto es muy ilustrativo. No son buenos tiempos para los artistas, y para los escritores tampoco. Aunque, bien pensado, ¿alguna vez han sido buenos tiempos para el arte? La inmensa mayoría de los artistas que recordamos hoy en día murieron en la miseria, los movimientos artísticos que marcaron nuestra historia se cocieron en la olla de grandes crisis, y si alguna vez pudo triunfar algún miembro de este heterogéneo gremio fue porque algún rico y extravagante mecenas le patrocinó, es decir, tuvo suerte y le sonó la flauta.

La realidad es que a la mayor parte de los artistas, y en especial a los escritores, no les suena la flauta. Desde que eres pequeño te das cuenta de que las asignaturas que hay en el colegio apenas rozan la punta del iceberg de lo que son las artes en sí mismas. ¿Alguna vez te hicieron un examen de poesía en el que tuvieras que componer versos? ¿Te calificaron por interpretar una obra de teatro? ¿Te enseñaron a grabar una pequeña película? A mí no. 

Luego llegas al instituto y es cuando se siembra la primera semillita de la curiosidad profesional. ¿Qué quieres ser de mayor? Ahora ya no vale con ser futbolista o astronauta, ahora la pregunta es en serio. Dime, ¿qué te gusta hacer? Entonces el profesor hace spam a los alumnos sobre las muchas y variadas actividades del colegio (dos o tres impartidas por los amigos del director) y dice: "Vamos a crear un concurso literario". Dejas de hacer garabatos en la mesa, alzas la mirada y abres los oídos. ¿Escribir? Puede que se me dé bien, y el premio es un patinete, no está mal.

Ahí, escritor, empieza el camino hacia la perdición por una cosa muy sencilla... Porque ganas. Has ganado tu primer concurso, saboreas la victoria. Más que el premio, sientes orgullo porque tus profesores adultos piensen que has escrito el mejor relato o poesía del instituto. Te flipas. En casa también están contentos. Vas a tu cuarto y abres los cajones llenos de cuadernos y libretas que contienen tu trazo débil pero lleno de sueños. Piensas que, después de todo, sí que eres bueno en algo. Te motivas. Tienes esperanzas. 

Estás en un aula en la que los libros no le importan ni a Dios. Los chavales solo se leen los libros de mierda (porque sí, para niños de once o doce años, las lecturas del siglo quince son una absoluta y total mierda), y eso en el bendito caso de que se los lean y no busquen los resúmenes por Internet. Tú, sin embargo, siempre has leído mucho. Has leído muchos libros, de muchas temáticas y de muchos autores. Has leído géneros y escritores que muchas veces eran recomendados para gente de más edad. Amas las letras y estás posado sobre hombros de gigantes para plasmarlas. Lo que te enseñen en las clases de lengua y literatura no te va a servir para un carajo. Como mucho para ampliar un poco tu repertorio o para inspirarte, pero nada más.

En fin, el caso es que te lo empiezas a tomar en serio. Ahora lees más y escribes más. Y no solo eso, sino que le enseñas tus escritos a tus padres (has intentado enseñárselos a tus amigos pero se han reído de ti y no han entendido un pijo de la profundidad de tus palabras). Quieres una opinión. Quieres perfeccionarte. ¡Quieres ser crítico contigo mismo y mejorar! Así vas creando tu estilo. 

Tienes dieciséis años, has ganado todos los concursos de tu cole. Llega la hora de ampliar tus horizontes y te presentas a concursos literarios a nivel local, luego municipal, luego autonómico, luego nacional. Te das cuenta de que cuando eres menor de edad lo tienes muy jodido porque apenas hay concursos para ti, por lo que tu única esperanza es participar en aquellos que son "abiertos a cualquier edad y nacionalidad". Pasamos de gatear a correr. Pero tú pruebas, a ver si cuela. A ver si entre todos esos concursos promovidos por Ayuntamientos que tratan de promocionar su pueblo perdido de la mano de Dios puede tener cabida tu firma a cambio de un premio que da risa. Pero cuela. Cuela y vuelves a ganar. Y no solo eso, sino que has ganado a adultos. ¡BIEEEEEN! Eres muy guay. Tienes talento, sí señor. Otra vez te motivas.

Con todo esto, finalmente has tomado tu decisión y se la comunicas a tus familiares y a tus seres queridos. "De mayor quiero escribir". Todos se quedan dos milésimas de segundo sin saber qué decir. Saben que escribes bien, pero se piensan minuciosamente sus palabras para decirte, con toda la delicadeza del mundo, que no se puede vivir de escribir. Tu cabecita rechista y sueltas: "J. K. Rowlng y Dan Brown viven de escribir". A lo que ellos responden: "No todos pueden ser J. K. Rowling o Brown. Ellos tuvieron mucha suerte y eran mayores".

Tenían mucha suerte y eran mayores. Hay que joderse. Porque lo peor de todo es que tienen razón. En ese momento te toca pensar en un plan B, en una segunda profesión. Porque aún no te has rendido del todo. "Bueno, voy a ser escritor/a, pero primero voy a estudiar para conseguir empleo de otra cosa por si acaso no triunfo". Muy bien, no es mal plan. Pero resulta que casi siempre a los jóvenes que son escritores de corazón les atraen estudios relacionados con el arte. Bellas Artes, Humanidades, Ciencias Sociales, suelen ser el objetivo de estos literatos en potencia. Y ahora es cuando toca soportar el topicazo: "Los de letras son unos fracasados, los niños inteligentes son los que estudian ciencias". De hecho, tú sacabas dieces en todo, y tus profesores se preguntan, con lo buen alumno que eras, ¿por qué estás en letras? ¿¿¿Te miran con pena???

Ea, da igual, cada tonto con su tema. Apechugas, te sacas el bachillerato, te sacas la Selectividad y... ¡bingo! Te damos la bienvenida al mundo de los mayores. Ahora te toca ir a la universidad y estudiar esa profesión que tenías de plan B. ¿No decían los mayores que para ser escritor había que tener más edad y un poco de suerte? ¡Tal vez ahora sea tu momento! Echas toda la carne en el asador y voilà. 
Has escrito tu primera novela.

Un escritor puede escribir relatos, microrrelatos, cómics, poesía... Pero como en el mundo de la escritura también hay tópicos tú no eres escritor hasta que has escrito una novela.

Vale, ya tienes tu novela. Dejas que otros la lean y se quedan con la boca abierta. "¿De verdad esto lo has escrito tú?", te dicen. No te jode, si quieres lo ha escrito el perro. Me quedé con las ganas de decirlo muchas veces pero es que cuando no escribo soy muy educada. En fin, la incredulidad te lo confirma: tu obra es buena.
Solo falta una cosa... publicarlo. Y ahí es donde empiezan de verdad tus problemas.

Lo envías a editoriales que ni siquiera se molestan en contestarte para darte la patada en el culo. Eres novel. Te desesperas. Sabías que sería difícil, pero no creías que tanto. Pero, ¡espera! ¡Hay una luz al final del túnel! Existe una posibilidad. Existe el mundo de la AUTOPUBLICACIÓN pero, ¡sorpresa! Eres joven, no tienes ni dieciocho años, vives con tus padres. Conclusión: no tienes dinero. Por lo que buscas alternativas en la hermana fea de la autopublicación: EL MECENAZGO. O dicho de forma más guay (perdón, cool) el crowdfunding. Haces spam en tus redes, le pides dinero hasta a tu primo segundo y mendigas. Porque sí, estás mendigando. Pero esto tiene algo bueno, y es que te das cuenta de que tus amigos del alma que te quieren un huevo no darían por ti ni un duro (literalmente). Total, que milagrosamente consigues la pasta. No será porque la susodicha editorial te ha ayudado a promocionarte porque como mucho ha puesto dos tweets, pero bueno, estás tan emocionado que ni lo piensas. Les das el dinero y esperas.

Y esperas.

Y esperas.

Y esperas.

Y cuando llevas un año esperando, entonces, la publican. Con la justificación de que 'su editorial tiene un determinado estilo' te han jodido la novela a base de erratas. Pero da igual. Tienes la novela entre tus brazos. Ha sido un embarazo incómodo que ha durado la adolescencia entera, un doloroso parto de 365 días o más y un derroche de fortuna, fuerzas y esperanzas. Te ha costado sangre, sudor y lágrimas pero ahí la tienes, tu primera novela.
Y te sientas a esperar, como un gilipollas, a que te lluevan el dinero y los aplausos.
Pero espera, algo va mal.
No ves promoción de tu novela en ningún lado. Nadie sabe que existe. Es invisible. Parece que ni los de la editorial saben que existe. Te prometieron que harías una presentación del libro y que lo publicitarían, todo mentira. La promocionas tú como un tonto, pero no tienes manera de saber si se vende o no se vende. Aunque, a estas alturas ya empiezas a pensar mal. Y piensas peor cuando pasa el tiempo, no recibes ni un céntimo, no sabes qué pasa con tu obra, no contestan tus mensajes o los contestan con excusas. Ya no tienes dudas: te han estafado. Te han estafado como estafan a miles de pobres ilusos como tú cada día. El sueño de tu vida se ha convertido en pesadilla.

Tú solo querías escribir. Querías que el corazón de tus lectores se encogiera con tus palabras, que tu libro les hiciera sentir lo que tú sentías al escribirlo. Poner tu granito de arena para mejorar un poco el mundo... Pero te han sajado, y ahora solo rezas para que se acabe tu contrato y enviar a esa editorial al carajo.
Llega un momento en el que quieres dejarlo.

Pero, amigo mío, no puedes. Eres escritor. Puedes tener bloqueos, puedes tener épocas de menor inspiración, pero no puedes dejar de escribir. No puedes. Es como dejar de respirar. Puedes aguantar la respiración unos segundos, pero si te pasas, te ahogas.

Al final lo comprendes y sigues escribiendo. Llegas al maravilloso mundo de Internet y compartes esas cosas que se te pasan por la cabeza. Sorpresa, una vez más a la gente le gustan.

Vuelves a animarte, aunque ya estás algo más desencantado y escribes más para ti que para los demás. Pero ya no puedes parar y escribes la siguiente novela.

Y abriendo un pequeño paréntesis, el título de esto es 'Soy escritora y es una mierda ser escritora'. Por lo que quiero decir que si eres de género femenino, la gente tiene más prejuicios con tus obras. De hecho, lo primero que piensa tu medio cuando se enteran de que has escrito un libro es que se trata de una novela romántica. Y si dices que es de fantasía, pues fantasía romántica. Ale, apañao. Porque la gente es así. En mi caso me gusta la acción, el suspense, la ciencia ficción y la fantasía urbana. Me he hecho un harakiri literario. Porque las mujeres aún no tenemos la libertad de escribir textos sin sexo ni corazoncitos. Pero sigamos.

Como iba diciendo, escribes tu siguiente novela. Pero ya no quieres saber nada de editoriales de ningún tipo. Así que zarpas rumbo a la aventura de la autoedición indie. Oh, indie, qué bien suena.

A partir de ahora ya no eres escritor y cualquiera que sea tu profesión de plan B. Ahora también eres editor, diseñador, maquetador, corrector, publicista, community manager, agente literario, bloguero, diseñador web, ilustrador, secretario y un interminable etcétera. Eres el escritor Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. Al menos todo lo que ganas, por poco que sea, es para ti... MENTIRA, la plataforma en la que expones la obra se queda con un 70% (aunque digan que es el 50 o menos, todos lo sabemos). Pero estás satisfecho, siempre es mejor que se queden un 70 que un 100, ¿no? Por lo menos sabes a lo que atenerte.

Sigues siendo joven, y a todo lo anterior le tienes que unir la universidad, los exámenes, los trabajos, los hobbies, el deporte y la vida social. Un sinónimo de no dormir. La gente se empieza a creer que eres Superman. Que nada te cuesta trabajo, que estás en otro nivel (superior o inferior dependiendo de quién mire). Parece que no haces nada y la verdad es que no paras.

No conoces ni a una sola persona de tu edad que comprenda tu pasión y mucho menos que la comparta, ¡si aún das gracias de que conoces a una o dos personas a las que, como mínimo, les gusta leer! Y cuando conoces gente nueva y tus amigos (que son muy cachondos) dicen: "sí, mira, te presento a mi amiga la escritora". Tienen a otros amigos que juegan a baloncesto, bailan zumba o hacen el pino con la barbilla, pero ellos son Fulanito, Menganito y Pepita, tú eres "la escritora". El nuevo conocido te amolda al perfil psicológico que tiene de escritor egocéntrico en pantuflas/rata de biblioteca y te saluda. Se creen que si escribes no te gusta ir al cine, escuchar música, ir de fiesta, quedar con los colegas... Eres un alien.

Pero te amoldas. Desempeñas todas tus profesiones (que no son pocas), haces spam a lo bestia y... Poco a poco, la primavera vence al invierno. Empiezan a comprarte algunos libros.

El problema, es que casi la mitad de tus lectores y fans no la han comprado, sino que la han descargado ilegalmente por Internet con ayuda de los piratas. Te da por buscar tu título y ves mil enlaces de 'Ebooks GRATIS', 'tus libros online' y demás.

Pero veamos lo positivo, y es... que a la gente le gusta.

Empiezan a aparecer voces que dicen que aman tu obra.

Empiezan a llegarte mensajes de gente que te dice "gracias por escribirla, la necesitaba".
Esto es paz interior y lo demás son tonterías.

Cuando te empiezan a llegar reseñas positivas de los blogs y, sobretodo, cuando ves que alguien te ha hecho un fanart, mueres de amor y vomitas arcoiris. Ya sabes que tendrás un buen día aunque un tornado se lleve tu coche.

Ni de lejos se venden todos los libros que necesitarías para vivir de la profesión, pero con todos los desencantos que llevas a cuestas piensas que la cosa no va mal. 

Así que, sí. En definitiva, es una mierda ser escritora.

Pero es una mierda que no puedes cambiar, aunque nadie lo entienda.

El pez no elige nadar, el pájaro no elige volar, el escritor (EL VERDADERO ESCRITOR) no elige escribir. Tú sigues siendo tú, al margen de la escritura. Con tu personalidad, tus otros hobbies y tus otros talentos. Pero la escritura es como si fuera un brazo. Si te cortaran un brazo seguirías con vida, seguirías siendo tú mismo, pero a la vez nada sería igual...

Sí... es una mierda ser escritora...

... pero no lo cambiaría por nada en el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario