El título de este texto es muy ilustrativo. No son buenos tiempos
para los artistas, y para los escritores tampoco. Aunque, bien pensado, ¿alguna
vez han sido buenos tiempos para el arte? La inmensa mayoría de los artistas
que recordamos hoy en día murieron en la miseria, los movimientos artísticos
que marcaron nuestra historia se cocieron en la olla de grandes crisis, y si
alguna vez pudo triunfar algún miembro de este heterogéneo gremio fue porque algún rico y
extravagante mecenas le patrocinó, es decir, tuvo suerte y le sonó la flauta.
La realidad es que a la mayor parte de los artistas, y en especial
a los escritores, no les suena la flauta. Desde que eres pequeño te das cuenta
de que las asignaturas que hay en el colegio apenas rozan la punta del iceberg
de lo que son las artes en sí mismas. ¿Alguna vez te hicieron un examen de
poesía en el que tuvieras que componer versos? ¿Te calificaron por interpretar
una obra de teatro? ¿Te enseñaron a grabar una pequeña película? A mí no.
Ahí, escritor, empieza el camino hacia la perdición por una cosa
muy sencilla... Porque ganas. Has ganado tu primer concurso, saboreas la
victoria. Más que el premio, sientes orgullo porque tus profesores adultos
piensen que has escrito el mejor relato o poesía del instituto. Te flipas. En
casa también están contentos. Vas a tu cuarto y abres los cajones llenos de
cuadernos y libretas que contienen tu trazo débil pero lleno de sueños. Piensas
que, después de todo, sí que eres bueno en algo. Te motivas. Tienes
esperanzas.
Estás en un aula en la que
los libros no le importan ni a Dios. Los chavales solo se leen los libros de
mierda (porque sí, para niños de once o doce años, las lecturas del siglo
quince son una absoluta y total mierda), y eso en el bendito caso de que se los
lean y no busquen los resúmenes por Internet. Tú, sin embargo, siempre has
leído mucho. Has leído muchos libros, de muchas temáticas y de muchos autores.
Has leído géneros y escritores que muchas veces eran recomendados para gente de
más edad. Amas las letras y estás posado sobre hombros de gigantes para
plasmarlas. Lo que te enseñen en las clases de lengua y literatura no te va a
servir para un carajo. Como mucho para ampliar un poco tu repertorio o para
inspirarte, pero nada más.
En fin, el caso es que te lo empiezas a tomar en serio. Ahora lees
más y escribes más. Y no solo eso, sino que le enseñas tus escritos a tus
padres (has intentado enseñárselos a tus amigos pero se han reído de ti y no
han entendido un pijo de la profundidad de tus palabras). Quieres una opinión.
Quieres perfeccionarte. ¡Quieres ser crítico contigo mismo y mejorar! Así vas
creando tu estilo.
Tienes dieciséis años, has ganado todos los concursos de tu cole.
Llega la hora de ampliar tus horizontes y te presentas a concursos literarios a
nivel local, luego municipal, luego autonómico, luego nacional. Te das cuenta
de que cuando eres menor de edad lo tienes muy jodido porque apenas hay
concursos para ti, por lo que tu única esperanza es participar en aquellos que
son "abiertos a cualquier edad y nacionalidad". Pasamos de gatear a
correr. Pero tú pruebas, a ver si cuela. A ver si entre todos esos concursos
promovidos por Ayuntamientos que tratan de promocionar su pueblo perdido de la
mano de Dios puede tener cabida tu firma a cambio de un premio que da risa.
Pero cuela. Cuela y vuelves a ganar. Y no solo eso, sino que has ganado a
adultos. ¡BIEEEEEN! Eres muy guay. Tienes talento, sí señor. Otra vez te
motivas.
Con todo esto, finalmente has tomado tu decisión y se la comunicas
a tus familiares y a tus seres queridos. "De mayor quiero escribir".
Todos se quedan dos milésimas de segundo sin saber qué decir. Saben que
escribes bien, pero se piensan minuciosamente sus palabras para decirte, con
toda la delicadeza del mundo, que no se puede vivir de escribir. Tu cabecita
rechista y sueltas: "J. K. Rowlng y Dan Brown viven de escribir". A
lo que ellos responden: "No todos pueden ser J. K. Rowling o Brown. Ellos
tuvieron mucha suerte y eran mayores".
Tenían mucha suerte y eran mayores. Hay que joderse. Porque lo
peor de todo es que tienen razón. En ese momento te toca pensar en un plan B,
en una segunda profesión. Porque aún no te has rendido del todo. "Bueno,
voy a ser escritor/a, pero primero voy a estudiar para conseguir empleo de otra
cosa por si acaso no triunfo". Muy bien, no es mal plan. Pero resulta que
casi siempre a los jóvenes que son escritores de corazón les atraen estudios
relacionados con el arte. Bellas Artes, Humanidades, Ciencias Sociales, suelen
ser el objetivo de estos literatos en potencia. Y ahora es cuando toca soportar
el topicazo: "Los de letras son unos fracasados, los niños inteligentes
son los que estudian ciencias". De hecho, tú sacabas dieces en todo, y tus
profesores se preguntan, con lo buen alumno que eras, ¿por qué estás en letras?
¿¿¿Te miran con pena???
Ea, da igual, cada tonto con su tema. Apechugas, te sacas el
bachillerato, te sacas la Selectividad y... ¡bingo! Te damos la bienvenida al
mundo de los mayores. Ahora te toca ir a la universidad y estudiar esa
profesión que tenías de plan B. ¿No decían los mayores que para ser escritor
había que tener más edad y un poco de suerte? ¡Tal vez ahora sea tu momento! Echas
toda la carne en el asador y voilà.
Has escrito tu primera novela.
Un escritor puede escribir relatos, microrrelatos, cómics,
poesía... Pero como en el mundo de la escritura también hay tópicos tú no eres
escritor hasta que has escrito una novela.
Vale, ya tienes tu novela. Dejas que otros la lean y se quedan con
la boca abierta. "¿De verdad esto lo has escrito tú?", te dicen. No
te jode, si quieres lo ha escrito el perro. Me quedé con las ganas de decirlo
muchas veces pero es que cuando no escribo soy muy educada. En fin, la
incredulidad te lo confirma: tu obra es buena.
Solo falta una cosa... publicarlo. Y ahí es donde empiezan de
verdad tus problemas.
Lo envías a editoriales que ni siquiera se molestan en contestarte
para darte la patada en el culo. Eres novel. Te desesperas. Sabías que sería
difícil, pero no creías que tanto. Pero, ¡espera! ¡Hay una luz al final del
túnel! Existe una posibilidad. Existe el mundo de la AUTOPUBLICACIÓN pero,
¡sorpresa! Eres joven, no tienes ni dieciocho años, vives con tus padres.
Conclusión: no tienes dinero. Por lo que buscas alternativas en la hermana fea
de la autopublicación: EL MECENAZGO. O dicho de forma más guay (perdón, cool)
el crowdfunding. Haces spam en tus redes, le pides dinero hasta a tu primo
segundo y mendigas. Porque sí, estás mendigando. Pero esto tiene algo bueno, y
es que te das cuenta de que tus amigos del alma que te quieren un huevo no
darían por ti ni un duro (literalmente). Total, que milagrosamente consigues la
pasta. No será porque la susodicha editorial te ha ayudado a promocionarte
porque como mucho ha puesto dos tweets, pero bueno, estás tan emocionado que ni
lo piensas. Les das el dinero y esperas.
Y esperas.
Y esperas.
Y esperas.
Y cuando llevas un año esperando, entonces, la publican. Con la
justificación de que 'su editorial tiene un determinado estilo' te han jodido
la novela a base de erratas. Pero da igual. Tienes la novela entre tus brazos.
Ha sido un embarazo incómodo que ha durado la adolescencia entera, un doloroso
parto de 365 días o más y un derroche de fortuna, fuerzas y esperanzas. Te ha
costado sangre, sudor y lágrimas pero ahí la tienes, tu primera novela.
Y te sientas a esperar, como un gilipollas, a que te lluevan el
dinero y los aplausos.
Pero espera, algo va mal.
No ves promoción de tu novela en ningún lado. Nadie sabe que
existe. Es invisible. Parece que ni los de la editorial saben que existe. Te
prometieron que harías una presentación del libro y que lo publicitarían, todo
mentira. La promocionas tú como un tonto, pero no tienes manera de saber si se
vende o no se vende. Aunque, a estas alturas ya empiezas a pensar mal. Y
piensas peor cuando pasa el tiempo, no recibes ni un céntimo, no sabes qué pasa con
tu obra, no contestan tus mensajes o los contestan con excusas. Ya no tienes
dudas: te han estafado. Te han estafado como estafan a miles de pobres ilusos
como tú cada día. El sueño de tu vida se ha convertido en pesadilla.
Tú solo querías escribir. Querías que el corazón de tus
lectores se encogiera con tus palabras, que tu libro les hiciera
sentir lo que tú sentías al escribirlo. Poner tu granito de arena para mejorar
un poco el mundo... Pero te han sajado, y ahora solo rezas para que se acabe tu
contrato y enviar a esa editorial al carajo.
Llega un momento en el que quieres dejarlo.
Pero, amigo mío, no puedes. Eres escritor. Puedes tener bloqueos,
puedes tener épocas de menor inspiración, pero no puedes dejar de escribir. No
puedes. Es como dejar de respirar. Puedes aguantar la respiración unos
segundos, pero si te pasas, te ahogas.
Al final lo comprendes y sigues escribiendo. Llegas al maravilloso
mundo de Internet y compartes esas cosas que se te pasan por la cabeza.
Sorpresa, una vez más a la gente le gustan.
Vuelves a animarte, aunque ya estás algo más desencantado y escribes
más para ti que para los demás. Pero ya no puedes parar y escribes la siguiente
novela.
Y abriendo un pequeño paréntesis, el título de esto es 'Soy
escritora y es una mierda ser escritora'. Por lo que quiero decir que si eres
de género femenino, la gente tiene más prejuicios con tus obras. De hecho, lo
primero que piensa tu medio cuando se enteran de que has escrito un libro es
que se trata de una novela romántica. Y si dices que es de fantasía, pues
fantasía romántica. Ale, apañao. Porque la gente es así. En mi caso me gusta la
acción, el suspense, la ciencia ficción y la fantasía urbana. Me he hecho un
harakiri literario. Porque las mujeres aún no tenemos la libertad de escribir
textos sin sexo ni corazoncitos. Pero sigamos.
Como iba diciendo, escribes tu siguiente novela. Pero ya no
quieres saber nada de editoriales de ningún tipo. Así que zarpas rumbo a la
aventura de la autoedición indie. Oh, indie, qué bien suena.
A partir de ahora ya no eres escritor y cualquiera que sea tu
profesión de plan B. Ahora también eres editor, diseñador, maquetador,
corrector, publicista, community manager, agente literario, bloguero, diseñador
web, ilustrador, secretario y un interminable etcétera. Eres el escritor Juan
Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. Al menos todo lo que ganas, por poco que
sea, es para ti... MENTIRA, la plataforma en la que expones la obra se queda
con un 70% (aunque digan que es el 50 o menos, todos lo sabemos). Pero estás
satisfecho, siempre es mejor que se queden un 70 que un 100, ¿no? Por lo menos
sabes a lo que atenerte.
Sigues siendo joven, y a todo lo anterior le tienes que unir la
universidad, los exámenes, los trabajos, los hobbies, el deporte y la vida
social. Un sinónimo de no dormir. La gente se empieza a creer que eres
Superman. Que nada te cuesta trabajo, que estás en otro nivel (superior o
inferior dependiendo de quién mire). Parece que no haces nada y la verdad es
que no paras.
No conoces ni a una sola persona de tu edad que comprenda tu
pasión y mucho menos que la comparta, ¡si aún das gracias de que conoces a una
o dos personas a las que, como mínimo, les gusta leer! Y cuando conoces gente
nueva y tus amigos (que son muy cachondos) dicen: "sí, mira, te presento a
mi amiga la escritora". Tienen a otros amigos que juegan a baloncesto,
bailan zumba o hacen el pino con la barbilla, pero ellos son Fulanito, Menganito
y Pepita, tú eres "la escritora". El nuevo conocido te amolda al
perfil psicológico que tiene de escritor egocéntrico en pantuflas/rata de
biblioteca y te saluda. Se creen que si escribes no te gusta ir al cine,
escuchar música, ir de fiesta, quedar con los colegas... Eres un alien.
Pero te amoldas. Desempeñas todas tus profesiones (que no son
pocas), haces spam a lo bestia y... Poco a poco, la primavera vence al
invierno. Empiezan a comprarte algunos libros.
El problema, es que casi la mitad de tus lectores y fans no la han
comprado, sino que la han descargado ilegalmente por Internet con ayuda de los
piratas. Te da por buscar tu título y ves mil enlaces de 'Ebooks GRATIS', 'tus
libros online' y demás.
Pero veamos lo positivo, y es... que a la gente le gusta.
Empiezan a aparecer voces que dicen que aman tu obra.
Empiezan a llegarte mensajes de gente que te dice "gracias
por escribirla, la necesitaba".
Esto es paz interior y lo demás son tonterías.
Cuando te empiezan a llegar reseñas positivas de los blogs y,
sobretodo, cuando ves que alguien te ha hecho un fanart, mueres de amor y
vomitas arcoiris. Ya sabes que tendrás un buen día aunque un tornado se
lleve tu coche.
Ni de lejos se venden todos los libros que necesitarías para vivir
de la profesión, pero con todos los desencantos que llevas a cuestas piensas
que la cosa no va mal.
Así que, sí. En definitiva, es una mierda ser escritora.
Pero es una mierda que no puedes cambiar, aunque nadie lo
entienda.
El pez no elige nadar, el pájaro no elige volar, el escritor (EL VERDADERO
ESCRITOR) no elige escribir. Tú sigues siendo tú, al margen de la escritura.
Con tu personalidad, tus otros hobbies y tus otros talentos. Pero la escritura
es como si fuera un brazo. Si te cortaran un brazo seguirías con vida,
seguirías siendo tú mismo, pero a la vez nada sería igual...
Sí... es una mierda ser escritora...
... pero no lo cambiaría por nada en el mundo.
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